El compositor y productor argentino Gustavo Santaolalla, sorprendía a la crítica musical con “Ronroco”, un trabajo exquisito y acaso su obra cumbre hasta el momento.La sorpresa residía en la eficacia con la que abordaba la música tradicional argentina desde una óptica contemporánea que la emparentaba con lo que se ha dado en llamar World Music. Santaolalla se acerca al folklore de su tierra (una constante en su extensa carrera) de una manera natural, pero –y he aquí su gran acierto– tomando los ritmos autóctonos de la “Argentina profunda” siempre como un punto de partida y nunca como un fin en sí mismo, algo de lo que deberían tomar nota muchos “puristas” a ambos lados del Atlántico. Siendo básicamente un músico de rock y teniendo su base de operaciones en Los Ángeles. Santaolalla es un músico atento a lo que ocurre a su alrededor y permeable a las influencias más variopintas, que pueden abarcar desde música de África o Japón hasta Europa del Este, así como, por supuesto y en mayor medida, Latinoamérica. Conceptualmente hablando, "Ronroco" es una obra minimalista, en la que el trabajo de producción (que lo hay, y mucho), nunca sale a la superficie de manera obvia. Santaolalla construye un andamiaje sonoro prácticamente imperceptible sobre el que se deslizan sutiles arpegios que se superponen unos a otros, creando texturas de una belleza realmente conmovedora. La interpretación, lejos de cualquier alarde de virtuosismo, funciona a la perfección con la idea que este talentoso multiinstrumentista nos quiere transmitir. Charango, ronroco y maulincho, todos ellos instrumentos de cuerda autóctonos de Argentina, Perú, Bolivia y Chile son los encargados de dar el “color” general a la obra, mientras que muy medidas intervenciones de flauta, armónica, guitarra y guitarrón, enfatizan y realzan momentos puntuales a lo largo de los más de 40 minutos de placer que nos depara “Ronroco”. Santaolalla mismo es el encargado de ejecutar todos estos instrumentos, mientras que su socio musical desde hace más de 20 años, Anibal Kerpel, aporta lo suyo en vibráfono y melódica, y el legendario charanguista Jaime Torres hace una breve pero contundente intervención en uno de los 12 tracks del cd. En síntesis (una palabra que bien sirve para definir el espíritu de esta obra en su totalidad), escuchar estas canciones es adentrarse en el paisaje que las ha inspirado, como si ese mismo paisaje generase la música, como si el viento del Altiplano del árido norte argentino nos estuviese susurrando melodías ancestrales al oído.De elsoundsystem.blogspot.com
martes, 29 de noviembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario